‎"Dos cautivos" de Lajos Zilahy en el blog From Isi


Hace ya un par de semanas que terminé el libro y, por falta de tiempo, no pude hacer la reseña; pero resulta que este tiempo de reposo ha influido positivamente en la valoración final al poder escribir sobre el libro desde una perspectiva más global.
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Pese a la portada, que puede llevar a engaño, es una historia sobre dos enamorados cautivos, efectivamente, pero cautivos de sí mismos. Péter es un joven de familia humilde pero bien situado que, durante una fiesta de sociedad, conoce a Miett, una chica pelirroja bellísima del que queda prendado desde el primer instante. Poco a poco comienza a cortejarla hasta que el noviazgo entre ambos es oficial, con tardes de té, paseos por Budapest acompañados de una carabina, miradas cómplices, besos furtivos a escondidas de los demás… En fin, lo normal en aquella época.
Por supuesto, la relación va sucedida de su correspondiente boda. Los jóvenes novios deciden vivir en el piso de Miett. Todo les va bien; se quieren y se consideran en verdad felices, pero ya se sabe que lo bueno no suele durar mucho y, tras unos pocos meses de casados, comienza la Primera Guerra Mundial: Péter es llamado a filas. Ni aun en esta situación parece que se pueda estropear su felicidad puesto que, quizás por la publicidad o por los comentarios ajenos, se tiende a pensar que la guerra no durará mucho y que realmente los soldados no se enfrentarán a un verdadero peligro, pero resulta que así es.
Tras su última despedida, Péter es enviado a la frontera con Rusia y allí el ejército húngaro es vencido y los soldados hechos prisioneros. Es el principio de una larguísima separación que ninguno de los dos jóvenes se esperaba. El regimiento de Péter es conducido a Siberia, pasando de un campo de prisioneros a otro y siempre desplazándose hacia el este, cada vez más y más lejos de Hungría. Son relativamente afortunados, pues les destinan a un lugar bastante cómodo donde tienen autorización para salir a visitar el pueblo, aunque vigilados por soldados rusos, y a realizar actividades que les puedan reportar beneficios, como cultivar vegetales que luego vendían en el mercado. Además los habitantes rusos les tratan con respeto y cariño, cosa que de verdad me sorprendió muchísimo y me dio mucho en qué pensar: cuando salían de los trenes que les trasladaban a las prisiones, la gente el pueblo les esperaba para darles comida y bebida, ¿os imagináis? ¡A sus propios enemigos! Me pareció un gesto precioso. LEER MÁS

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