Mario Lacruz sería lo bastante generoso como para convertirse en mi primer editor. Fue durante su época en Argos Vergara
( Fotografía del escritor Pedro Zarraluki, Adoratio, CC BY 3.0 ) Ayer, 2 de marzo, falleció a los 70 años el escritor Pedro Zarraluki. Lo queremos recordar con el prólogo que escribió en 2005 para la novela Concierto para disparo y orquesta, de Mario Lacruz. CUANDO MARIO LACRUZ entró en el despacho, entraron con él una forma de vestir y de moverse a los que yo no estaba acostumbrado. Todo en él dejaba entrever un cierto cosmopolitismo de corte europeo que, en la Barcelona de aquella época, hace ya de eso treinta años, sólo podía conocerse por medio de algunas novelas ambientadas en países mucho más desarrollados que el nuestro. Por ello, cuando Mario Lacruz entró en el despacho, tuve la impresión de encontrarme ante la visión de un futuro literario lleno de resonancias y promesas, o ante un hombre sin tiempo. Lo saludé con los nervios propios del joven autor inédito que yo era por entonces, y tomamos asiento a una mesa junto a la agente literaria Carmen Balcells. Ella me...

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Os dejamos aquí la carta de Max Lacruz leída en el acto de ayer:
Un gran novelista vocacional.
Eduardo Gallarza es un autor que no sé si escribe poco, más bien escribe lento, pero lo que es indudable es que publica poco. Dos novelas, de momento. Este “Soviet de los vagos” y “Verdades como sueños”, que ganó por unanimidad el Primer Premio Mario Lacruz con un jurado formado por Juan Marsé, Rosa Montero, Enrique Badosa, Rafael Borràs y el reciente académico Miguel Sáenz… Este premio en que yo actué de secretario y que me permitió conocer a Eduardo.
Sé que hay unos cuentos, pendientes de publicación y una novela en la que está trabajando, creo. A su ritmo. Siempre a su ritmo.
Una vez le pregunté la razón de tal escasez y la respuesta fue que eso le daba total independencia. Artística, se entiende.
Está claro que quien aborda la literatura con ese enfoque tal vocacional, palabra en desuso pero que es clave en arte, le lleva una cabeza de ventaja a los novelistas que viven de su pluma y que se ven obligados a publicar bastante y a escribir textos que creen pueden gustar a público.
Por otro lado, Eduardo, y no porque haya leído mucho, cosa que ha hecho, domina como pocos autores la técnica novelística, la construcción del relato, su arquitectura, y está siempre acertado en los diálogos, que suele ser la clave de una buena novela, y tiene un sello estilístico propio, antirretórico, sobrio pero rítmico, envolvente, hipnótico.
Ya hablarán él mismo y su amigo Javier Azpeitia del “Soviet”; sólo quisiera decir que en Francia la novela fue saludada como se merece, como lo que es: una grandísima novela, excepcional.
Más que suficiente para que quede en los libros de literatura.
Con obra tan escasa pocos autores han llegado tan lejos: como editor, pero sobre todo como lector, espero que pronto nos regale Eduardo nuevos libros, nuevas historias…
Una nota final: los escritores no son, ni tienen por qué, ser buenas personas. De hecho, no creo que sea una profesión en la que abunde la buena gente. Eduardo, y los lo que lo conocen -aunque sea un poco solamente- lo saben, pertenece a ese club tan selecto de los buenos escritores que son buenas personas. Como editor, como amigo, es un privilegio del que me beneficio.
Gracias, Eduardo.
Y gracias, Javier, por tu presencia esta tarde.
Max Lacruz