Artículo de Gregorio Morán, en La Vanguardia del 29 de enero, sobre la trilogía de Soma Morgenstern "Destellos en el abismo"
Lo judío era su orgullo (2), de Gregorio Morán en La Vanguardia
SABATINAS INTEMPESTIVAS
Morgenstern efectúa la apología de la comunidad judía, recreada y escrita en la lengua de sus enemigos
La historia de la literatura está trufada de milagros, de personajes imprescindibles, o casi, que figuran en ella por una serie de casualidades y cuya característica más llamativa es su escasa preocupación por formar parte de esa historia de la literatura. Es decir, que están por méritos propios pero los conocemos gracias a otros motivos. El más citado entre los de este género suele ser Kafka, pero hay más. En España tenemos algunos. El manoseado Gustavo Adolfo Bécquer, sin ir más lejos. Y más cercano, Manuel de la Escalera, que entre guerras, cárceles y exilios, se le achicó la literatura, pero bastarían sus Cuentos de nubes para hacerse un nombre en las antologías.
Con tanto así lo alcanzó el guatemalteco Augusto Monterroso.
Lo conmovedor es cuando uno participa del milagro, porque se mezcla la vergüenza por nuestra ignorancia y la satisfacción ante algo grande encontrado por casualidad. Ocurrió en una de esas librerías donde aún es posible hojear libros que no sean sólo de las grandes editoriales. No tenía ni idea de quién era Soma Morgenstern y eso que ya se habían publicado dos textos suyos, autobiográficos, sobre el novelista Joseph Roth y el músico Alban Berg (Pre-Textos). No sé por qué me fijé en una modesta portada blanca, donde apenas se distinguen unos caballos en la nieve, sobre un fondo verde clarito. El hijo del hijo pródigo. Soma Morgenstern.
Apenas leídas las primeras ochenta páginas alcancé a entender por qué hombre tan exigente como Robert Musil las reverenció y por qué persona tan sensible como Stefan Zweig le consideraba uno de los suyos.
Entonces fui consciente de que me había metido en un lío. Y aquí estoy, en una de esas situaciones entre ridículas y retadoras, en las que uno debe admitir que tiene muy poco sentido animar a alguien para que se lea la trilogía Destellos en el abismo, publicada por una editorial digna de su nombre, Funambulista, y cuyo primer volumen -El hijo del hijo pródigo- a mí me produjo una satisfacción que me llevó hasta el final, y que a más de uno de ustedes puede provocarles una frustración, cuando no la ruina. Me explico. LEER MÁS
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