4ª reseña sobre La fórmula preferida del profesor en libros que hay que leer: "Una novela que nos reconcilia con el placer de leer por mero placer, por gusto, por disfrutar de una bella prosa que narra una bonita y sencilla historia. Es un libro muy especial, tierno, entrañable, dulce, bonito".
El
mes pasado leí mi primer libro de esta aclamada escritora japonesa (“La
residencia de estudiantes”). Si recordáis, comenté que me había gustado
mucho su estilo narrativo –aunque el libro en sí no me había acabado de
convencer ya que había cosas que no había acabado de entender del todo,
especialmente el final – y que tenía la intención de leer algo más suyo
para ver si, definitivamente, apuntaba a Yoko Ogawa como alguien a
seguir. Pues dicho y hecho, a los pocos días a Isi se le ocurrió
convocar una lectura conjunta sobre la novela más aclamada de Ogawa, “La
fórmula preferida del profesor”, por lo que no dudé en apuntarme y a
los pocos días ya tenía leído el libro.
A
continuación, podréis leer mis impresiones aunque ya os adelanto que me
ha gustado mucho, más que “La residencia de estudiantes”
Argumento
La
protagonista es una mujer de la limpieza. En el año 1992 la envían a
trabajar a casa de “el profesor”, un cliente complicado pues en la ficha
de cliente que sobre el mismo se llevaba en la agencia para la que
trabaja nuestra amiga, tenía ya nueve estrellas azules, lo que
significaba que, a solicitud suya, la agencia había tenido que enviar a
nueve asistentas diferentes.
Su
misión es atender al profesor: limpiar la casa, prepararle la comida,
ocuparse de las compras y prepararle la cena antes de marcharse a las 7
de la tarde.
Nuestra
amiga se va a encontrar con un hombre entrado en años, afable, educado…
y con una rara enfermedad: tiene un curioso trastorno de la memoria.
Tras un accidente de tráfico ocurrido hace diecisiete años, no puede
acumular recuerdos. Recuerda perfectamente lo ocurrido hasta entonces;
entre ellos, miles de teoremas y fórmulas matemáticas (pues fue profesor
de esta especialidad), pero no puede acumular recuerdos nuevos pues su
memoria dura, exactamente ochenta minutos. Así que, cada ochenta
minutos, es como si la cinta que tiene en la cabeza rebobinase y
volviese a grabar sobre lo grabado con anterioridad. Para intentar
recordar algo, lleva prendidos mediantes alfileres por todo su traje,
papelitos con notas.
Curiosamente, entre el profesor, la mujer y el hijo de ésta, Root, se va a formar una extraña y preciosa relación de amistad.
Impresiones
Esta
segunda aproximación a la prosa de Yoko Ogawa me ha gustado muchísimo
más que la primera. Y es que conserva todo lo que de positivo encontré
en La residencia de estudiantes y nada de lo negativo.
Decía en aquella ocasión que: “Me
ha gustado el estilo de la autora: sencillo, intimista, un tanto
poético. Escribe bien, con una prosa bella y pausada, descriptiva e
intimista pero, al mismo tiempo, de lectura asombrosamente fácil. Una se
sumerge en sus páginas y no puede parar de leer hasta terminar la
novela. Me ha parecido una novela elegante, delicada, escrita con una prosa bonita y amena, sutil, cercana y lejana al mismo tiempo.” Pues
me ratifico en lo dicho: el estilo narrativo de Yoko Ogawa es realmente
bello, te envuelve con sus palabras y sus frases y hace que la lectura
de una de sus obras sea un placer para los sentidos.
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