Cartas de amor, de Mark Twain
“El producto más fresco, más libre y más
privado de la mente y del corazón humano es una carta de amor”. Sirva
esta cita de Mark Twain como introducción al volumen de su epistolario Cartas de amor, publicado
dentro de la colección Grandes Clásicos de la editorial Funambulista.
En él se presentan una selección de cartas que Samuel L. Clemens, más
conocido por su pseudónimo literario, Mark Twain, escribe entre 1868 y
1904, destinadas, en su práctica totalidad, a su amada Livy, nombre
familiar cariñoso de Olivia L. Langdon. Ella
fue su prometida y más tarde su esposa. También se incluyen otros
destinatarios de la familia, como su hermana o su suegro, o algún amigo
íntimo. Cartas que son interesantes de contrastar con algunas de las
respuestas de Livy que se recogen en el volumen, incluso alguna carta
infantil de las hijas del matrimonio formado por Olivia y Samuel.
Sus cartas abordan diversos temas
personales entre los que aparecen como constantes, además de las
noticias y actividades familiares, así como el estado de salud, los
asuntos económicos: sus intentos por situarse social y profesionalmente,
todo lo relativo a su constante viajar como conferenciante y periodista
por todo el territorio de los Estados Unidos de América, y, más
adelante, por Europa. Twain da cuenta de sus proyectos y actividades
intelectuales, así como anota impresiones como lector y sus progresos
como escritor. Pero lo más importante es el curso de su relación
sentimental con Olivia, desde su noviazgo hasta su dilatada vida
conyugal. El escritor se muestra en todo momento preocupado y atento al
estado de ánimo y de salud de su amada Livy, sumiso a sus órdenes y a
sus pequeños caprichos. La relación con Livy está sometida a la
moralidad i los convencionalismos de la época, máxime cuando de la
biografía y de las cartas de Twain se desprende que la relación de éste
con Olivia no era vista con buenos ojos por la familia de la muchacha.
El incisivo ingenio característico de
Twain brilla también en sus cartas aunque se trate de una escritura
diríase que un tanto ajena a la voluntad de estilo, pues quien escribe
no es Twain sino un Samuel L. Clemens doméstico, incluso en ocasiones
domesticado. Si bien en algunas cartas no oculta su lucha personal
contra los convencionalismos sociales y religiosos, ni sus opiniones
políticas y literarias, el eje temático del epistolario lo constituye la
expresión de su amor por Olivia. Al leerlas cobra sentido y el lector
comprende a qué se refería Twain cuando en los Diarios de Adan y Eva exclamaba: “En qualquier lugar que ella se hallase, allí era el Edén”.
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