"Refrescante y divertida. Así es esta aproximación novelada a la filosofía zen y su expresión poética por excelencia: el haiku"
Refrescante y divertida. Así es esta aproximación novelada a la filosofía zen y su expresión poética por excelencia: el haiku,
esa composición de tres versos que intenta fijar un instante para
después reflejar muchos otros. Además, encontraremos en ella sugerentes
relatos y sorprendentes personajes, cargados de simbolismo unos,
cotidianos y familiares otros: de hecho Lanoue consigue que el propio lector se convierte temporalmente en uno de ellos. Pero sobre todo es una novela exenta de gravedad y cargada de una conveniente y amable ironía.
Se trata de la historia de Dientes Salientes, discípulo del maestro de haiku
Taza de Te, historia que se desarrolla en un Antiguo Japón de bosques
nevados y parajes aislados, y que el narrador y autor va presentando,
casi a la vez que al lector, a un grupo de escritores que se reúnen periódicamente en la Nueva Orleans actual.
Es la alternancia entre estos dos mundos la que termina por hacer proponer al narrador-autor unos divertidos juegos metaliterarios mediante los que, además de convertir en personaje al lector, consigue trasladar a sus compañeros de tertulia al Antiguo Japón, o traer al propio Dientes Salientes a una inesperada Nueva Orleans.
E igual de divertidos son los personajes que vamos encontrando: los estereotipados miembros del grupo de escritores; las hijas del titiritero Yamakura que “A partir de cierto momento, comenzaron a emular a los mudos títeres de su padre, hablando menos y menos; dando a conocer a familiares y amigos todas sus necesidades con coreografías exquisitas”; y sobre todo, el trío de poetas de haiku formado por Kiro, el oscuro maestro de la impermanencia, el alocado y bebedor Mido, y el silencioso Shiro, tan silencioso que Lanoue transcribe sus haikus mediante un descriptivo espacio en blanco, un trío, en fin, tan heterogéneo y extraño como el que podrían formar, contra todo pronóstico, Heráclito, Bukowski y Harpo Marx. LEER MÁS
Es la alternancia entre estos dos mundos la que termina por hacer proponer al narrador-autor unos divertidos juegos metaliterarios mediante los que, además de convertir en personaje al lector, consigue trasladar a sus compañeros de tertulia al Antiguo Japón, o traer al propio Dientes Salientes a una inesperada Nueva Orleans.
E igual de divertidos son los personajes que vamos encontrando: los estereotipados miembros del grupo de escritores; las hijas del titiritero Yamakura que “A partir de cierto momento, comenzaron a emular a los mudos títeres de su padre, hablando menos y menos; dando a conocer a familiares y amigos todas sus necesidades con coreografías exquisitas”; y sobre todo, el trío de poetas de haiku formado por Kiro, el oscuro maestro de la impermanencia, el alocado y bebedor Mido, y el silencioso Shiro, tan silencioso que Lanoue transcribe sus haikus mediante un descriptivo espacio en blanco, un trío, en fin, tan heterogéneo y extraño como el que podrían formar, contra todo pronóstico, Heráclito, Bukowski y Harpo Marx. LEER MÁS
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