Recuerdo de Isabel Núñez
Escribiría días después una excelente reseña del libro para el suplemento Culturas de La Vanguardia, ilustrada con una fotografía en B/N de un tranvía de la línea 22, que unía nuestro barrio con las Atarazanas, tomada en el año 1936, con la carrocería del vehículo pintada con la bandera rojinegra y las siglas de la CNT, y el sugerente encabezamiento “Quien se aleja de su casa ya ha vuelto”. Se puede rastrear en su blog http://articulosisabelnunez.blogspot.com.es/2007/03/memoria-histrica-jordi-bonells.html.
Una vez finalizado el acto fuimos a cenar el autor, su anciana madre, una encantadora sobrina, Isabel Núñez y yo, entre otros. Dado que ella fumaba, aunque poco, la tuve al extremo opuesto de la mesa de un restaurante del ensanche barcelonés. Pero, dado que las preguntas y observaciones que hizo al final de la presentación del libro me interesaron, acabé dejando el vicio para acercarme a la zona de no fumadores. Hablamos brevemente. Al salir del restaurante, dije que me iba en un taxi hacia el barrio de San Gervasio, Bel se sumó al transporte, resultó que vivíamos a escasos cien metros.
A poco me afané en leer su “Crucigrama”, unos relatos breves de una calidad fuera de lo común.
A mitad de esa corta distancia entre su piso y el mío había entonces una casona de los años treinta, con un gran árbol y una magnífica verja.
A las pocas semanas de nuestro encuentro, apareció un cartel anunciando el derribo del inmueble, ergo el arrasamiento del todo.
La parada de metro del Putxet está a tiro de piedra del lugar. Me topé con Bel un mediodía yendo o viniendo ambas del subterráneo (Bel no conducía, yo raras veces en la ciudad). Fue un encuentro breve: ¿Has visto? ¡Qué desastre! ¿Qué podemos hacer? ¡Resistir, por le menos resistir!
Así empezó la lucha por nuestro árbol, del que aún desconocíamos la especie, antigüedad e importancia botánica, aunque no medioambiental y humanística, y sabíamos que íbamos a una batalla perdida. No nos importó. Estuvimos de acuerdo en que era mejor actuar que nada.
Fueron meses intensos. Nos veíamos y enviábamos SMS en todo momento. Las fauces de la inmobiliaria y del consistorio nos lo pusieron difícil. Bel tenía contactos con la prensa gracias a su trabajo de crítica literaria, traductora y escritora. Yo hice le trottoir, como ella quiso recoger en su blog (http://isabelnunez-zbelnu.blogspot.com.es); le hacía gracia mi expresión para designar la recogida de cientos, finalmente un millar y medio de firmas en contra de la tala del azufaifo bicentenario. Ya habíamos conseguido informes de botánicos ajenos a la órbita del ayuntamiento.
Nuestro tándem funcionó a la perfección, a pesar de que más de una vez me enfadó su tardanza en presentarse a pie de árbol/obra de derribo, pues Bel, una mujer guapa y presumida, no concebía bajar a la calle hecha unos zorros.
Mantuvimos reuniones con gerentes de urbanismo y funcionarios de toda ralea. Recibimos amenazas graves y anónimas a nuestra actividad. A Bel intentaron amedrentarla por teléfono a altas horas de la noche; dio parte a los Mossos. A mí intentaron atropellarme al cruzar la calle del derribo, que avanzaba. Nos colamos varias veces en el solar, ya vallado, como dos colegialas. Teníamos ambas, nacidas el mismo año, cincuenta. Recogimos azufaifas, troncos caídos del árbol o derribados por las excavadoras, encontramos incluso entre los escombros unos antiguos y hermosos libros en francés, que recogimos. Sobre todo, nos reímos a gusto muchas veces. Y conseguimos frenar la tala del mejor ejemplar de azufaifo de BCN, hoy encajonado en unos escasos diez metros de tierra debido a la estulticia municipal.
Bel fue de una inteligencia y sentido de la vida y de la muerte, o sea del humor, extremos. Le cogí mucho cariño. Su libro La plaza del azufaifo, silva de sus posts de entonces en http://polis-zbelnu.blogspot.com.es es testimonio de todo ello, y de la gran escritora que ha sido.
Volví a encontrarme con ella, en noviembre de aquel año, para acompañarla a las sesiones de lectura y grabación de su texto “Verano-Fragmentos de un blog”, que forma parte de la recopilación del audio libro La España que te cuento, también en la editorial Funambulista. Sabía escuchar y aceptaba la crítica constructiva. Leía y hablaba tan bien que su aguda mente por momentos se embalaba. Se lo dije y corrigió, con el magnífico resultado que ahora podemos tener de su viva voz.
Bel estuvo en mi madriguera de Luxemburgo en la navidad de aquel año 2007, donde terminó su imprescindible libro sobre los Balcanes Si un árbol cae - Conversaciones en torno a la guerra de los Balcanes. No era partidaria de celebrar las navidades, le horrorizaban, huía todos los años y aquel andaba buscando algún lugar frío y nevado para concentrarse. No dejó de escribir sobre esa estancia en su blog. ¡Cómo me habría gustado poder enseñarle yo mi añorado pequeño país, donde viví largos años!
Y así han pasado, veloces, estos cinco últimos.
Nos hemos escrito a veces, sobre todo en relación con los múltiples arboricidios y barbaries arquitectónicas varias que se van perpetrando con cadencia y voluntad de hierro en nuestra maltrecha ciudad.
He sabido de su enfermedad final por su blog, siempre fino encaje de bolillos, que no he dejado de leer en todo este tiempo. No alcancé a verla estos últimos meses.
Hace unos meses coincidimos de nuevo por la calle, charlamos un rato. Le pregunté por el avance de su novela. Me dijo que hablaba en ella de mi padre, de cuando ella trabajó en Seix-Barral. Mi hermano Max se interesó por el texto. Se cruzaron algunos mails.
Releyendo estas últimas horas, desde que me llegó la noticia de su partida, su blog, descubro que ya nos cruzamos algunas palabras el 15 de diciembre de 2006, con motivo de la concesión del premio Stendhal de traducción a mi cuñada Chon. Escribe: “Tuve la impresión, por las palabras de Ignacio Echevarría y por la clara y sincera explicación de la propia traductora, Ascensión Cuesta, de que era un premio muy merecido. (…) Estaba por allí Andy Ehrenhaus, estaba Isabel Lacruz, también hija de Mario y entusiasta de mis cuentos, llevando de la mano a un niño de largas pestañas, y había muchos otros ilustres traductores, escritores, editores, profesores de traducción”. Me llega, hoy como ayer, al hondón del alma, que decía Unamuno, que Bel se fijara en los ojos de mi sobrino, hijo de la laureada y de mi hermano Max.
Le susurro hoy a Guillem, el hijo de Bel, lo mismo que la primera vez que lo vi: “¡menuda madre te ha tocado en la tómbola de las madres!”. Sonrió. Y añado: nadie ha de quitártela nunca.
Su prematura muerte es uno de los peores mazazos que he recibido en mucho tiempo. Isabel Núñez ha sido una persona valiente, consecuente y una escritora y traductora de una enorme calidad.
Me cuento entre los que la echamos ya en falta. Tengo, con todo, la suerte de no haber leído todavía sus Postales de Barcelona; he sabido que, para alguno, es su mejor texto. Será esta próxima y triste navidad, en la que tú, Bel, ya has optado por no resistirte a Scrooge (véase tu post de 27 de diciembre de 2007).
Isabel (Ninca) Lacruz
19 de noviembre de 2012, festividad de Santa Isabel de Hungría
Comentarios
Encontré sus entradas luxemburguesas y quería contarle que ahora iba yo a menudo a ese rincón de Europa y me acordé de ella al ver cierta exposición de una artista feminista croata...
Deja un gran vacío, una gran pena.
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