«En el lado sombrío del jardín», de Eva Losada Casanova , en Poemas del Alma
La frontera entre realidad y ficción es estrecha; la perspectiva varía cuando cambian los ojos y la forma en la que entornamos los párpados. Entre ambas existe la misma débil línea que la que se dibuja entre locura y salud mental. Ambos espacios antagónicos realidad-ficción, locura-salud mental, parecen tan difícil de definirse que ni siquiera la ciencia ha sido capaz de dar respuestas certeras a la hora de separarlas. Porque muchas veces lo que nos salva puede ser visto como una dolencia desde afuera pero si nosotros hemos sido capaces de aferrarnos a la vida gracias a ello, ¿quién puede demostrarnos lo contrario y tachar de inútiles nuestros esfuerzos?
Volver, para florecer
Ana Santos es una mujer adulta que vuelve a la casa de la infancia para intentar comprender qué fue de ella; para reencontrarse con su infancia y desatar el nudo que la ata al pasado y que le impide volver a empezar. Su casa, una quinta portuguesa cerca de la playa de Guincho, se caracteriza por tener un largo camino de palmeras y una exuberante vegetación. Al igual que su madre, Ana aprendió el lenguaje de las flores y es capaz de entender la vida que le rodea a través de las características y obsesiones que ha estudiado en las plantas. Sabe a qué árbol se parece cada persona (o qué árbol hay en su interior) y por eso es capaz de acercarse al fondo del abismo de aquellos que se cruzan en su camino y ver más allá de la frontera de los párpados.Ana no está sola. Convive con Alessandra, un personaje con el que nos cuesta empatizar debido a sus intentos de conseguir que la joven se quede varada en el pasado y sus insistentes comentarios para lograr que Ana abandone la lucha. Cuesta entablar un lazo cercano con Alessandra; constantemente deseamos que no aparezca o que Ana no le haga caso. Sin embargo, no podemos negar en ningún momento que Ana pudo salvarse de sí misma y de la crueldad a la que estuvo expuesto durante prácticamente toda su vida gracias a esa compañera. ‘Siempre llego cuando los demás te hacen daño‘, le dice Alessandra y Ana está convencida de que tiene razón.
La infancia nos marca; a algunos más que otros. Hay escritores que de alguna forma no pueden desprenderse de ese asombro ante la crueldad o despegarse de la mirada ilusionada de los primeros años. Ana María Matute y Antonio Soler, son los dos primeros que me vienen a la mente, pero hay muchísimos otros. También esa imposibilidad de abandonar ese estadio de inocencia es un elemento que se desprende de esta primera novela de Eva Losada Casanova. La infancia nos marca y a algunos nos lleva a andar desorientados en un mundo de adultos que no entendemos, como le ocurre a Ana, que vive presa de recuerdos llenos de tristeza, soledad y abusos.
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