Artículo de Miquel Escudero sobre Memorias Europeas

Meses después de volver a su casa, tras dimitir de su cargo electo de europarlamentario, Francisco Sosa Wagner ha publicado un libro sobre su experiencia de cinco años en el Parlamento europeo. ‘Memorias europeas’ (Ed. Funambulista) consta de excesivas páginas, más de setecientas, pero contiene muchas cosas jugosas. Ha vertido su agenda transparente como cargo público, dando noticia semanal de sus reuniones, entrevistas, encuentros y viajes. Un retrato personal de la cotidianidad de un parlamentario en Bruselas; en su caso, acompañado de nuevos y viejos libros, visitas a museos y conciertos, siempre con naturalidad y sin pedantería. Dice explícitamente que confía que sirva para que las generaciones venideras sepan cómo se toman los acuerdos en las instituciones europeas, y cómo se las gastan los poderosos grupos de presión. No se trata de dejarse vencer por el pesimismo, puesto que en el último medio siglo se han logrado objetivos que parecían inalcanzables, pero él entiende que el Parlamento europeo ha de convertirse en “el Palacio de la quimera y de los sueños”.
Estaba cantado que un día u otro, él, socialdemócrata que militó en el partido de Tierno Galván, propondría aunar esfuerzos con C’s
Comparte con nosotros los lectores sus conversaciones y sus reflexiones. De los eurodiputados españoles hace retratos. Es evidente su afecto a sus amigos Willy Meller y Alejo Vidal-Quadras, pero a Raimon Obiols lo ve como “el tipo más aburrido de la Unión Europea” y “el cadáver mejor conservado del Parlamento”. Dice de Ramon Tremosa –‘Tremosilla’, para rebajar sus ínfulas- que “desayuna jarabe de veneno y se unta con la pomada de la mediocridad, está haciendo una campaña por toda Europa, diciendo que Rosa y yo somos ‘dos fascistas’”.
A propósito del debate de incorporar al Senado como lenguas oficiales, el catalán, el gallego y el vascuence, Sosa propone el pinganillo como emblema nacional: “Hemos estado tanto tiempo preocupados porque nuestro himno carecía de letra y ahora se nos desvela con la naturalidad propia de las grandes revelaciones: cantemos al pinganillo como los poetas han cantado a la rosa y a la luna”. ¿Y qué es el pinganillo? No se trata del carámbano, pedazo de hielo más o menos largo y puntiagudo: “Dícese de un aparato que sirve para entender a un prójimo que habla nuestra propia lengua”, y concluye con sarcasmo, “es el audífono de un pueblo sordo”.
Sólo las últimas ochenta páginas responden al subtítulo del libro: ‘Mi traición a UPyD’. Este catedrático de Derecho Administrativo aceptó hace siete años el ofrecimiento de Rosa Díez para encabezar la lista de su partido al Parlamento europeo. Aceptó y a los pocos meses obtuvo su escaño en los comicios. Su visión de la política es regeneracionista y precisa movilizar a la ciudadanía en proyectos sociales. Los problemas consiguientes han de ser estudiados serena y decididamente, buscando soluciones viables. Estaba cantado que un día u otro, él, socialdemócrata que militó en el partido de Tierno Galván, propondría aunar esfuerzos con C’s. Comparte con Fernando Savater la idea de que “quien más se parece al político corrupto es el ciudadano que le vota”. Rechaza de plano la manipulación que consiste en dar excesiva importancia a los participantes en las manifestaciones. Arguye que es lo propio de la democracia ‘por aclamación’, que patrocinaba Carl Schmitt. Este jurista del régimen nazi pretendía que el voto secreto no es enteramente democrático, porque transforma a los ciudadanos en sujetos aislados. Lejos de ser personas, debían ser parte del rebaño; lana con lana.

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