Reseña sobre "La vida singular de Albert Nobbs" en el periódico El Noroeste
Tiene
razón Gonzalo Gómez Montoro, traductor murciano de esta obra de George
Moore, cuando nos traslada su perplejidad por el hecho de que esta
novela estuviera «curiosamente inédita hasta ahora en español»
(Postfacio, página 141). Si en España se tradujeran pocas obras
extranjeras, aún cabría entenderlo; pero con el aluvión de novedades con
el que somos torpedeados casi a diario en las mesas de las librerías y
en los anaqueles de las bibliotecas no tiene demasiada explicación que
este irlandés situado entre los siglos XIX y XX no haya suscitado más
interés en las editoriales de nuestro país. Por fortuna, el elegante
sello Funambulista sí que ha tenido la sagacidad de acercarse a él y
aquí tenemos la prueba: un volumen bellísimo, con una ilustración de
portada realmente hermosa (obra de David S. Eley), un papel de agradable
tacto y una tipografía inmejorable. Excelentes toques para una historia
que sorprenderá y seducirá a los lectores.
En
ella se nos habla de Albert Nobbs, un camarero cuyos atributos físicos
no eran demasiado halagüeños («era el ser más feo que el que hubiera
podido ver nunca en un libro de hadas», página 13) y que se encontraba
adornado con unos rasgos de carácter que lo singularizaban en el hotel
familiar Morrison´s, donde trabaja: jamás se ha excedido con la bebida,
nunca ha hecho el intento de salir o tontear con ninguna de las criadas
del establecimiento, no ha solicitado vacaciones, es educado hasta la
hipérbole... Pero un día, cuando la señora Baker, dueña del hotel, le
pidió el pequeño favor de que permitiera que el señor Hubert (un pintor
que suele hospedarse allí) comparta cama con él, porque es imposible
alojarlo en otro sitio, él se negó. La negativa, terca y expresada con
energía, extrañó a todos. Pero más extrañó la variación de
comportamiento que experimentó Albert Nobbs después de aquella noche:
una larga conversación entre ambos determinó un giro radical en su forma
de ver la vida. Y una de sus primeras decisiones consistió en buscar
una mujer con la que compartir su existencia.
Tras
descartar a varias candidatas posibles se fijó en Helen Dawes, que era
una nueva empleada del servicio de cocina, e inició con ella su torpe
cortejo... Pero con lo que no contaba Albert Nobbs era conque entre la
chica y su novio, el pinche de cocina Joe, iban a comenzar a burlarse de
él, haciendo que compre regalos a la muchacha, le regale dinero, etc,
para beneficio de la pareja. Cuando Albert Nobbs es consciente por fin
de la gravedad de estos hechos, y contra todo pronóstico, sigue
obstinado en que la chica se case con él, se trasladen a una casa que
tiene pensado comprar y monten un negocio con el dinero que tiene
ahorrado. ¿Por qué esa insistencia? ¿Qué razón oculta subyace bajo las
tristes humillaciones a las que el mismo Nobbs se somete, huérfano de
dignidad? LEER MÁS en el blog de Rubén Castillo
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