Sangre en la hierba en La Razón
David Cerdá, entre muchas otras
actividades que le ocupan la vida, se dedica a pensar y a reflexionar.
En ocasiones lo que saca de esas cavilaciones lo pasa a papel y le sale
un libro como «Sangre en la hierba (Los porqués del fútbol)», editado en
Funambulista, que dedica a trata de explicar por qué lo amamos u
odiamos de manera tan visceral. A primera vista parece una cuestión
fácil de dirimir, pero como sucede con las grandes cuestiones de la
existencia humana, y el fútbol es una de ellas, no hay una respuesta
clara que desvele el origen de una pasión de estas proporciones. «Se
trata de algo terrenal, que todos podemos hacer», explica mientras trata
de encontrar una explicación saludable. Al ser algo terreno, sus
héroes, los futbolistas, adoptan la forma de los grandes héroes clásicos
al asumir lo mejor y lo peor de nosotros. Tienen las mismas pulsiones:
honradez, elegancia, suerte, solidaridad, por hablar del lado positivo,
pero también lo peor de la mala bilis que todos llevan en su interior.
«Podemos sentir empatía por lo que sucede en el campo, porque en cierto
modo es una especie de metáfora de la vida».
El
autor ahonda en «un deporte de pobres», porque no se necesita nada más
que algo para darle con el pie. En cualquier calle del mundo, un niño o
un anciano puede sentirse como el mejor delantero centro al meter una
lata de refrescos por un hueco hecho en la pared. Es la magia. «Se trata
de un deporte que está lleno de cenicientas, es muy injusto a veces y
presenta grandes miserias». Por eso, pese a que ahora no haya tantos,
los jugadores con vidas complicadas, los antihéroes, reciben los mayores
elogios, las grandes muestras de adhesión y el honor de colocarse en la
cima de los semidioses del balompié. Ahí están Cruyff, Best, Maradona o
Mágico González; personalidades repletas de aristas ante las que no se
puede enfrentar casi ninguno de los grandes astros, como dicen en
Sudamérica, del panorama actual. Vidas que sirven al resto de la
humanidad de espejo en el que mirarse para amar o para odiar.
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