Artículo aparecido en el Diario Información sobre "La vida que nos mata", la extraordinaria novela de Xabier López
Sobrevivir a uno mismo
Recuerdo haber descubierto a Álvaro Cunqueiro
en mis lecturas de adolescente. La brillantez de “Merlín y Familia”,
“Las crónicas del sochantre” o “El año del cometa con la batalla de los
cuatro reyes” me fascinaron y me abrieron la puerta a una narrativa en
muchos casos hermética para mí: la gallega. Por encima de géneros, la
forma de contar que hay en esa esquina de España tiene una esencia
propia, distinta a lo que habitualmente puede leerse. Si hay un realismo
mágico español, nació con Cunqueiro, y es realmente una magia prosaica,
unida a la tierra de donde surge. Desde entonces, trato de inocular el
“veneno” de Cunqueiro a todos los que me piden referencias de lectura, y
no me explico cómo no es un autor principal y reivindicado en las
letras españolas.
Por eso me sorprendieron las primeras
páginas de “La vida que nos mata”, del también gallego Xabier López
López. Estamos acostumbrados a que, en el auge que en la última década
ha tenido la novela negra, los detectives e investigadores sean tipos
más o menos brillantes y más o menos amargados por la existencia, con
modelos y roles con los que es fácil identificarse. En el caso de “La
vida que nos mata”, su protagonista, Sebastián Faraldo, es un periodista
en un diario de provincias, obeso, algo sibarita, descreído, sufridor
de mal de amores, con un férreo sentido del honor y un tanto anticuado
en los tiempos de cambio de la II República Española. Se me prefiguraba
un remedo de Álvaro Cunqueiro, y sólo por eso hizo que la lectura me
atrapara desde el primer instante. Casi se puede trazar una leve
analogía con Pepe Carvalho.
Faraldo
trabaja en un pequeño periódico, El Matutino, envuelto en la crisis de
la prensa que ya se vivía en aquella época. Cronista de sucesos, el
director de su periódico le encarga sorpresivamente que realice la
crónica de un matrimonio de la alta sociedad en el Gran Hotel-Balneario
de Mondáriz, con la esperanza de que la crónica de sociedad aumente las
ventas del periódico. Con resignación, pero también con la promesa de
darse los placeres de la buena mesa y las aguas termales, Sebastián
Faraldo acepta el encargo y, sin abandonar la melancolía por la soledad y
el tiempo que pasa, se encamina al lugar. El espacio y la trama es la
versión española de imágenes que hemos visto retratadas cientos de veces
en novelas y películas anglosajonas, pero en la que los novelistas
españoles se han adentrado en pocas ocasiones. El retrato de la sociedad
de la época, de un mundo aristócrata y pequeñoburgués que está
agonizando ante el auge de la industrialización y el proletariado,
resulta magnífico y atrapante. Como no se trata de una novela histórica o
de recreación, sino de una novela negra, se produce un crimen que, como
mandan los cánones, es el crimen perfecto.
Esto lanzará a Faraldo a investigar en
la parte literaria más bohemia de Madrid, que ya en aquella época se
echaba de menos a sí misma, y a desentrañar un misterio que tiende sus
brazos sobre la clase industrial del País Vasco de los años 30, el agro
gallego y los movimientos anarquistas. Como no hay nunca un Quijote sin
su Sancho, el contrapunto al periodista lo da un mendigo que es su
informador, y que nos regala algunas de las mejores reflexiones del
libro. Pese a que “La vida que nos mata” recibió el Premio de la Crítica
española a narrativa en gallego, han pasado once años hasta que hemos
podido verla traducida al castellano, y ha sido, como ocurre últimamente
con las novelas que de verdad merecen la pena, en una pequeña
editorial, Funambulista.
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