'Bajas esferas, altos fondos', de Jesús Pardo, en El Imparcial
Debo, sin duda, haber leído muchísimos
artículos de Jesús Pardo, pues fue fundador y director de “Historia 16”,
pero nunca, hasta ahora, había hincado el diente a su repertorio
narrativo. Resulta, sí, un punto pasmoso que, pese a sus varias novelas
publicadas, haya descubierto la obra literaria de este contemporáneo
cuando camina ya hacia los noventa años y se limita, en propias
palabras, a esperar la llegada de la muerte mientras estudia swahili y
egipcio jeroglífico.
No soy nada parecido a un crítico literario, pero hacía mucho tiempo que no leía una novela de un autor español cuyo ritmo, mirada y personajes me engancharan. Esta suya, ambientada en Londres y Madrid, titulada “Bajas esferas, altos fondos” y publicada por la Editorial Funambulista, se dice inspirada por la idea de trasladar los clichés y pautas narrativas de “La colmena”, cuya acción se desarrolla en las pensiones y cafés frecuentados por lampantes, a los estratos privilegiados de la época franquista. A uno, sin embargo, el tratamiento de las situaciones y el “tono muscular” de los personajes se le antoja que discurren más bajo el horóscopo del gran Jardiel que bajo el del Nobel.
Como lector, me he sentido tentado de “reconocer”, en tales o cuales rasgos de los protagonistas de la novela, a ciertos periodistas que existieron realmente. Mas. aparte de la advertencia en contrario del propio novelista, eso es siempre un error, aunque sólo sea porque la personalidad individual, como producto que es de la psique, conforma un ente permanentemente mudable, un potaje, un revoltijo, una amalgama que mengua, se estira y divide al tiempo que lo hace la telomerasa.
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No soy nada parecido a un crítico literario, pero hacía mucho tiempo que no leía una novela de un autor español cuyo ritmo, mirada y personajes me engancharan. Esta suya, ambientada en Londres y Madrid, titulada “Bajas esferas, altos fondos” y publicada por la Editorial Funambulista, se dice inspirada por la idea de trasladar los clichés y pautas narrativas de “La colmena”, cuya acción se desarrolla en las pensiones y cafés frecuentados por lampantes, a los estratos privilegiados de la época franquista. A uno, sin embargo, el tratamiento de las situaciones y el “tono muscular” de los personajes se le antoja que discurren más bajo el horóscopo del gran Jardiel que bajo el del Nobel.
Como lector, me he sentido tentado de “reconocer”, en tales o cuales rasgos de los protagonistas de la novela, a ciertos periodistas que existieron realmente. Mas. aparte de la advertencia en contrario del propio novelista, eso es siempre un error, aunque sólo sea porque la personalidad individual, como producto que es de la psique, conforma un ente permanentemente mudable, un potaje, un revoltijo, una amalgama que mengua, se estira y divide al tiempo que lo hace la telomerasa.
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