Tener
esa enfermedad tan literaria que en otra época se llamó ser un
letraherido es una fuente inagotable de sorpresas. Cuando pedí
Luz brillante
no había leído la sinopsis, no sabía nada de su autora y si quise
leerla fue porque se publicitaba como la Murakami femenina y tengo una
amiga muy de Murakami a la que tenía ganas de regalar una recomendación.
No sabía que era un libro mítico en Japón, no sabía que tenía más de
treinta años (que es una de esas cosas que uno sabe si lo lee, porque es
absolutamente intemporal salvo porque en un viaje en coche ponen un
casete, que ya no se estila demasiado), pero sobre todo no sabía que me
iba a resultar un libro tan absolutamente emocionante, todo un impacto.
Me dirán que una historia de un matrimonio entre una mujer alcohólica
con cierto desequilibrio emocional del ámbito psiquiátrico y un doctor
homosexual tampoco es una historia excesivamente original, pensarán que
es simplemente la historia de un matrimonio de conveniencia más para
mantener las apariencias en una sociedad conservadora. Si yo ahora les
digo que en realidad
Luz brillante...
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