Reseña en Librújula sobre "Strindberg - Desde el Infierno", de Jordi Guinart
El autor de la primera biografía
de Strindberg en español ('Desde el infierno', Funambulista) nos
explica por qué hay que leer hoy día al “Cervantes sueco”.
Es
curioso que, precisamente ahora, pocos años después de la celebración
del centenario de su muerte, y cuando más y mejor se está editando su
obra en español, todavía no sepamos gran cosa del legado artístico y
literario de August Strindberg, el Cervantes sueco. Hasta que Acantilado (con Inferno y El salón rojo), Nórdica (Cuentos; Strindberg, escultor, pintor y fotógrafo y Casarse), Mármara (Solo) o Funambulista (Banderas negras)
no publicaron algunos de sus textos más relevantes, prácticamente solo
conocíamos su obra dramática, editada por Alianza. Pero, como verán, Strindberg
es prácticamente inabarcable. Sus obras completas suman un total de 72
volúmenes (incluyen autobiografías, cuentos, novelas, ensayos históricos
y científicos, además de poesía) y escribió más de 10.000 cartas.
Resulta que Strindberg, fanático de Balzac y su monumental Comedia humana,
fue un paso más allá y, en lugar de crear 3.000 personajes, como el
célebre escritor francés, creó una confusión entre géneros literarios
única. Lo escribía Hjalmar Söderberg en El juego serio: los suecos estaban consternados cuando Strindberg
publicaba un nuevo libro, porque eran incapaces de distinguir si era
una obra de ficción o una autobiografía. No sabían cuánto había de real
en sus páginas, y cuánto de inventado. Y las esposas de Strindberg,
que sí sabían qué había de cierto o incierto en las novelas, con
frecuencia veían expuestos detalles de sus vidas íntimas, y debían salir
al paso de las habladurías de la gente.
Es muy complicado definir a Strindberg
y su obra (fue dramaturgo, científico, periodista, historiador,
alquimista, escultor...), pero es casi imposible sentarlo en un diván y
desentrañar su fascinante personalidad. Causante de la mayor polémica
periodística en Suecia (la denominada “Contienda Strindberg”, con
epígrafe incluido en las enciclopedias suecas), también provocó a
propios y extraños con sus arrebatos misóginos, que, para liar más las
cosas, mezclaba con un feminismo visionario. Una dicotomía en cuanto a
la mujer que, de alguna manera, desembocó en unos supuestos brotes
psicóticos y delirantes, que padeció durante su primer divorcio y su
estancia en París. En suma, Strindberg poseía un
carácter fascinante, único, el característico de un genio pero, como
todo en la vida, el lector español quizá se haya dejado influenciar por
las luces de neón y esa gran palabra: la locura.
Comentarios