"CARTAS DE UNA NOVICIA": MATAR EL AMOR TRAS LOS CERROJOS DE UN CONVENTO
Giovanni Verga, el autor de Cartas de una novicia, es el escritor
más significativo de la corriente literaria verista, una tendencia surgida en
Italia en el último cuarto del siglo XIX, y que recibe la influencia del
naturalismo francés, especialmente a través de Balzac. Giovanni Verga, como
buen verista, retrata, en su literatura, una serie de personajes y situaciones
extraídas especialmente de las clases bajas, de los “vencidos de la vida”. En
su literatura apuesta por lo que él llamó “el ideal de la ostra”, es decir, la
tendencia a reproducir el acerbo costumbrista tradicional, la resignación ante
la dureza de la existencia, anclada en una sociedad arcaica, cerrada,
expresando, sin embargo, sentimientos simples y los valores típicos de las
sociedades tradicionales (rígida concepción de la jerarquía familiar, un
sentimiento arcaico del honor).Y sin creer, al contrario de los naturalistas
franceses, en la fuerza salvadora del progreso. El verismo de Verga es pues una
visión sumamente pesimista que actúa como caldo de cultivo de sus novelas (Nedda, Tigre real y en el ciclo Los vencidos). También alimenta su Storia de una capinera, la novela que le
dio a conocer en 1871 y que ahora Editorial Funambulista nos permite leer en
español, bajo el rótulo de Cartas de una
novicia (Historia de una curruca), cuya tonalidad se halla perfectamente
reflejada en unas palabras del prefacio de la primera edición, escritas por
Francesco Dall’Ongaro: “páginas de una vida de dolor y abnegación reproducidas
en vivo por el narrador”.
La protagonista de la novela es María, hija
de un modesto empleado y huérfana de madre. A la edad de siete años es recluida
en un convento de Catania. La pobreza la había destinado a ser monja de
clausura. A causa de una epidemia de cólera que azotó en 1854 la ciudad
siciliana, María es enviada a la casa de campo de su padre, en Monte Ilice.
Allí vive con la familia desde el 3 de septiembre de 1854 hasta el 7 de enero
del año siguiente. Todo lo que de ella conocemos nos lo proporcionan las cartas
que escribe a Marianna, una amiga del convento. Le habla de su familia y
especialmente de la madrastra a la que le cuesta mucho llamar madre. Y sobre
todo, del maravilloso paisaje del Monte Ilice, que representa todo lo contrario
al ambiente del convento de clausura, con sus paredes grises y viejas. Disfruta
con el amor de la familia y con la amistad y afecto de unos vecinos, con cuyo
hijo mayor es forzada a bailar y que
terminarán profundamente enamorados, lo cual hace que María se sienta pecadora.
Pero incluso así, ama su pecado.
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