"El museo del silencio", de Yoko Ogawa

La editorial Funambulista celebra sus diez años de vida con la nueva novela de uno de sus buques insignia, Yoko Ogawa, que además representa a la perfección las señas de identidad y el tipo de libro que aporta Funambulista.
Por otro lado, se acerca el Día de Difuntos y no es de extrañar que encontremos en nuestras librerías favoritas títulos que rindan homenaje a los seres queridos.
Así, en El museo del silencio, de Yoko Ogawa –Editorial Funambulista- tendremos la oportunidad de conocer cómo viven en Japón la relación con el más allá. Evidentemente, allí hay bastante ateísmo y la religión dominante es la budista. Por lo tanto, la relación con los seres queridos es mucho más espiritual y simbólica.
El misterioso museo que da título al libro consiste en un espacio dedicado a los objetos más relevantes relacionados con las personas que van muriendo en el pueblo. Desde que la anciana protagonista, alma máter del museo, arrebatara sus tijeras de podar al jardinero de la casa tras haber fallecido al instante al caer de una escalera, la creación de este museo se convierte en una obsesión para la mujer.
Los seguidores de Yoko Ogawa van a poder disfrutar de casi todos los ingredientes de las obras de la autora. Pocos personajes, casi siempre arquetípicos, es decir, sin nombre de referencia, son mencionados como la anciana, el jardinero, la niña, el monje… Es muy fácil seguir la trama porque al ser el número de ellos reducido, enseguida estaremos familiarizados con todos.
La escritura manual está muy presente en la novela, la plumas, el papel, las máquinas de escribir… leer a Yoko Ogawa es disfrutar de auténticos homenajes a la escritura, de hecho, en Japón es muy valorada una buena caligrafía y los aficionados a las estilográficas aprecian mucho las marcas japonesas, como Namiki o Pilot.
A parte, los lugares, auténticos escenarios que cobran protagonismo en sí mismos o los accidentes meteorológicos son otras de las características de la autora que encontrarán en esta novela. Un poco como ya ocurriera con Miguel de Unamuno, el viento o la lluvia reflejan el estado de ánimo o lo que se avecina en la trama.

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