"El Soviet de los Vagos" en El Diario Montañes
El segundo asalto de la revolución
La figura de Nicola Tesla parece que nunca dejará de fascinar tanto a los lectores como a los creadores; si hace pocos años pudimos ver nada menos que a David Bowie encarnando en la gran pantalla al excéntrico genio –sería en ‘The prestige’, en España ‘El ilusionista’, película que la Warner produjo en 2006–, tiempo antes había llamado ya la atención de uno de los más singulares novelistas de nuestra literatura, Eduardo Gallarza.
El viajero
Madrileño de vocación nómada, este narrador de la cosecha del 62 se dio a conocer en 2000 con una novela de intriga científico-política, de estructura en apariencia caprichosa y que utilizaba los viajes en el tiempo de un modo alegórico, jugando con las estructuras narrativas del mismo modo en que jugaba con los géneros, tomando de aquí y de allá sus dosis de novela negra, las pinceladas finas de la narrativa histórica o los recursos más característicos de lo fantástico. Todo ello en 480 páginas que la editorial Lengua de Trapo llevó a las librerías al precio de 2.950 pesetas –vean si no ha llovido ya– y que, a pesar de su discreta fortuna comercial, consiguió llamar la atención del jurado del premio Tigre Juan –esa ‘rara avis’ dedicada, entonces, a premiar primeras novelas–, aunque finalmente el premio se lo llevaría otro. La novela no era sino este mismo ‘Soviet de los vagos’.
Trece años más tarde, sin embargo, la fortuna sí que habría de sonreír a Gallarza; tras llevarse en 2004 la primera edición del premio de novela ‘Mario Lacruz’ con ‘Verdades como sueños’, la madrileña editorial Funambulista se propuso rescatar aquella primera novela y volver a probar fortuna en el siempre caprichoso mercado de los libros. Que, en esta ocasión, no sólo saludaría a la obra como se merecía –con gran atención por parte de la prensa–, sino que también conseguiría encandilar al público, hasta el punto de alcanzar la tercera reimpresión en apenas tres meses, en este mismo año 2013. Un caso ‘de libro’ de olfato editorial.
Su universo
De Gallarza afirma su editor que es «escritor de culto, de prosa precisa y con un universo propio» y, a pesar del tono grandilocuente del que suelen adolecer las solapas editoriales, en esta ocasión no queda otro remedio que darles la razón. Como un auténtico orfebre, Gallarza labra argumentos y tramas, engarza giros y vueltas de tuerca y entierra cuidadosamente en cada capítulo auténticos tesoros va rescatando a conveniencia, a medida que la acción avanza y el tiempo, sin embargo, se enreda.
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