Alehop, de José Antonio Fortuny , en Bibliofilosis Letrae
Tras leer varias reseñas sobre este libro y
dejarlo relegado un punto indefinido de la lista de deseos, llegó a mi
conocimiento el sorteo que del mismo realizaba el autor en su blog, y no
lo dudé: con Alehop me estrené en el mundo de los sorteos. No gané el libro, pero gané unas ganas irreprimibles por leerlo.
"Una farsa negrísima, angustiosamente divertida, ingeniosa, inteligente y muy actual". Alehop es lo que dice ser, lo que Rosa Montero dice que es. Palabra a palabra. Como el propio autor asevera en su blog, esta frase sintetiza muy bien el argumento de la novela. Pero de todos los calificativos, resalto especialmente uno: "angustiosa". No porque la angustia sea el componente predominante, sino porque era el que menos me esperaba y el que más me ha sorprendido cuando ha empezado a invadirme sin previo aviso. Era una angustia sutil, pero angustia al fin y al cabo.
"Una farsa negrísima, angustiosamente divertida, ingeniosa, inteligente y muy actual". Alehop es lo que dice ser, lo que Rosa Montero dice que es. Palabra a palabra. Como el propio autor asevera en su blog, esta frase sintetiza muy bien el argumento de la novela. Pero de todos los calificativos, resalto especialmente uno: "angustiosa". No porque la angustia sea el componente predominante, sino porque era el que menos me esperaba y el que más me ha sorprendido cuando ha empezado a invadirme sin previo aviso. Era una angustia sutil, pero angustia al fin y al cabo.
Una farsa. Y tan farsa. Al empezar a leer, uno percibe cierto aire de comedia, de historia caricaturesca.
No pude evitar imaginarme a los personajes como caricaturas andantes.
El aire que lo envuelve todo no es real; desde el principio huele a
absurdo, a burla, pero no es hasta más avanzada la novela cuando ese
olor empieza a solidificarse en un enredo surrealista, que hace que los ojos del lector sobresalgan un poco más de sus órbitas a cada página.
Negrísima, angustiosamente. Continua e incondicionalmente preocupado por el bienestar de su mujer encamada, el anciano protagonista es al principio el personaje cabal, el encargado de mantenerse a sí mismo y al lector con los pies pegados al suelo.
Es tranquilo; disfruta de placeres tan sencillos como mirar cada mañana
el árbol del centro de su huerto. Pero no es nada bueno lo que le
espera. Sus intereses para con su mujer chocan frontalmente con los del
circo y, por ende, los del alcalde y los de todo el pueblo. El maremágnum
que se desata a su alrededor termina por arrastrarlo y no tendremos más
remedio que ir con él, acompañándole en sus desventuras rocambolescas,
que no son pocas ni son tontería. Todo se vuelve en su contra, y todo
es tan injusto, y parece que no puede dar un paso sin chocar con un
obstáculo, sin enredarse en una asfixiante tela que lo envuelve más y
más. Su situación, con una esposa que no puede levantarse de la cama por sí misma y que va hundiéndose en las simas de la depresión, no es tampoco agradable.
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