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El escritor desvela algunos de los detalles de su nueva novela "Alehop", una original comedia negra
Raquel Marqués,  Maó  30/05/2012
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“A mí el lector me aporta una motivación para seguir viviendo; yo en cambio procuro hacerle pasar un buen rato y, si es posible, que esboce una sonrisa. Me parece un trato justo”. Leo tan acertada reflexión en la web que José Antonio Fortuny (Maó, 1972) ha realizado con motivo del lanzamiento de su última novela “Alehop” (Editorial Funambulista).

Hace apenas una semana, el escritor anunció que volvía con toda la caballería, con “corneta incluida”. Fortuny es uno de aquellos autores que transmiten entusiasmo por las letras. Por fortuna, y mal que le pese al sistema, aun quedan apasionados como él que con sus obras contagian -con generosidad- el placer por la lectura.

En este momento vuelve a la carga con una original comedia, una parábola sobre el desamparo de los más vulnerables en una sociedad hedonista y donde trata temas universales muy de actualidad.
“Alehop”, en una breve pero intensa carrera literaria, ¿se corresponde con aquello de “el más difícil todavía”?
Puede ser, pero el principal reto es ir mejorando cada día, soy consciente de que en esto de la literatura aún tengo mucho que aprender. Cuando escribes, de lo que se trata es de ir haciendo cosas diferentes aunque siempre manteniendo una voz propia. Me gusta sorprender al lector, pegar sustos en un callejón oscuro...
¿La comedia negra le escogió a usted o fue una apuesta personal por el género?
El humor es una de las herramientas más potentes que tiene el ser humano para afrontar la vida. Siempre he procurado cultivarlo, así que me sale de un modo espontáneo. En mi libro “Diálogos con Áxel” hay bastantes pinceladas al respecto. Ahora me apetecía escribir algo que fuera cómico pero sin caer en la banalidad, cómico pero a la vez profundo y que al mismo tiempo me sirviera para denunciar y señalar. La comedia negra me permite conjugar estos elementos. Recuerdo que, cuando se dijo que había escrito este libro, una compañera de la escuela me dijo que se acordaba de las redacciones de clase con las que hacía reír a mis compañeros. Me comentó que sabía que acabaría escribiendo una comedia... Siempre he sido un poco payaso.
Construye una historia alrededor de un misterioso circo para hablar de las miserias de la sociedad.
El circo es el símbolo perfecto para distraer a la gente de lo verdaderamente importante. Ya lo dijo el poeta romano Juvenal al principio de nuestra era: “Pan y circo”. Una frase que con el paso del tiempo se ha ido transformando en “pan y toros” o en “pan y fútbol”, pero el principio sigue siendo el mismo. Poco hemos cambiado. Eso sí, para tranquilidad de los defensores de los animales debo decir que mi circo no trabaja con animales, trabaja con algo peor...
Usted dirá.
Prefiero no desvelarlo, que lo descubra el lector...
¿Pagamos hoy las consecuencias de haber barrido debajo de la alfombra durante demasiado tiempo?
La tendencia del ser humano siempre ha sido esconder las cosas que no le gustan o que le dan miedo. Las aparta, las ignora... y si se da el caso esconde la cabeza  como un avestruz. Por ejemplo, y hablo de ello en esta novela, la gente prefiere pensar que nunca envejecerá, que nunca enfermará o sufrirá una discapacidad. Hay una gran dificultad para ponerse en la piel del otro y como consecuencia lo vemos como un ser extraño o, lo que es peor, como un número o un simple objeto.
Hábleme de los personajes principales.
Son una pareja de ancianos que aspiran a vivir digna y tranquilamente. También está el mánager del circo, un individuo maquiavélico. Y como personaje secundario destacaría un chihuahua muy cariñoso.

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