"Banderas Negras", de Strindberg en El Occidental

En 1907, cinco años antes de su muerte, publica su última novela August Strindberg (1849-1912), quien sin duda es el dramaturgo más famoso de Suecia y uno de los más importantes de la literatura europea moderna. Además de teatro, Strindberg escribió también narrativa, pero sus novelas son poco conocidas. Así se explica que sólo hasta ahora el lector de lengua española tiene acceso a esta obra. En el año 2010, la Editorial Funambulista de Madrid publicó "Banderas negras. Cuadros de costumbres finiseculares" y la presentó como una corrosiva sátira del mundo literario y periodístico de Estocolmo de principios del siglo XX. El libro es un ataque vehemente a la falsedad e hipocresía de los más famosos escritores suecos de este tiempo, de los cuales hoy día poca gente se acuerda.

Cuando Strindberg, después de una larga estancia en el extranjero regresa de manera definitiva a Suecia en 1899, se siente marginado por una vida literaria marcada por la filosofía positivista, la ciencia y el estilo literario del naturalismo. Se había conquistado un gran público gracias a sus dramas naturalistas, entre los cuales destaca "La señorita Julia"; pero cansado del positivismo y naturalismo, busca Strindberg nuevas dimensiones espirituales en el esoterismo y misticismo. Deja de ser naturalista y se convierte en un precursor del expresionismo. Las obras más conocidas de esta segunda fase de su creación literaria son su obra de teatro "Sueños" y su monólogo "Inferno". Su novela "Banderas negras" explora igualmente las esferas ocultas de la vida y a la vez descalifica a los escritores naturalistas como intrigantes mediocres. Strindberg ataca en este libro a los representantes "de esa época perversa que se presenta a sí misma como la era del progreso, cuando es la de la decadencia; que se ha apodado la era de la verdad y la autenticidad, cuando es la de la mentira, la de los farsantes, los falsos profetas..." Para Strindberg la verdad está más allá de la ciencia y se oculta en las esferas esotéricas y teosóficas. Su novela es una combinación de sátira social y reflexiones esotéricas. El autor cita con frecuencia al visionario y teósofo sueco Manuel Swedenborg del siglo XVIII, quien influenció mucho a Baudelaire. Cita también a otros místicos, como por ejemplo al alemán Jakob Böhme y reflexiona ampliamente sobre cuestiones de la alquimia, porque igual que los medievales piensa que es posible convertir metales comunes en oro. Está convencido de que el progreso científico es una falacia o charlatanería y cree que es mejor buscar la verdad en el espiritismo, del cual también era partidario el presidente mexicano Francisco I. Madero. Strindberg cita al Talmud, donde podemos leer: "Si quieres conocer lo invisible, observa muy de cerca lo visible" y observa que la vida cotidiana está llena de misterio. Pero más importante que la observación detallada es para el autor la imaginación que es equivalente a la fantasía. Por eso dice que "una persona sin imaginación no está capacitada para ninguna labor importante". Sólo la gente "limitada o de miras estrechas" puede vivir sin imaginación.

Strindberg nada a contracorriente. Al final de su vida ya no acepta el progreso científico y se opone también a la emancipación de la mujer o al feminismo. Cuando el escritor Zachris, una figura central, le reclama a su esposa enferma de que no se ocupa de las tareas domésticas, ésta opina que su marido no sólo debería ocuparse de la casa, sino también "si las cosas fueran justas... parir los niños". Strindberg está convencido de la debilidad del intelecto femenino y declara que "todos los avances en todas las áreas de nuestra ilustre época han sido impulsados por insignes hombres, aunque la mujer ha recibido durante dos generaciones la misma educación que los hombres". Esta última afirmación es más que dudosa. Swedenborg refuerza su argumento con la tesis que en el mundo literario no gobierna ninguna mujer y dice que para el novelista sueco Björnson, contemporáneo suyo y premio Nobel, "la mujer domina el mundo, porque a él le domina su enfermera". El noruego H. Ibsen propagó la emancipación de la mujer con su drama "Casa de muñecas" y pocos años después Strindberg la ridiculiza. Es difícil saber, si desconoce escritoras tan importantes como Teresa de Ávila o Sor Juana Inés o si las ignora adrede. Menciona a la novelista romántica francesa Jorge Sand, pero la descalifica como mediocre.
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