II Felipe II nadaba en el río de la Historia. En una orilla se hallaba la dicha, y, en la otra, la desdicha. Nunca el rey se dejaba llevar por la impetuosa corriente de los acontecimientos, y cuando presentía que podía ser arrastrado hacia cualquiera de esas dos orillas sin que su voluntad personal hubiera tomado parte en ello, se rebelaba contra el destino que parecía escapar de sus manos. Pero, a veces, pasaban corrientes insospechadas que parecían burlar al rey, incluso a Dios. Tal vez eran enviadas por el diablo, y había que seguirlas para combatir el mal que había en ellas. Durante aquel año de 1568 se estaban formando varias de esas corrientes, por eso el carácter del rey se oscurecía. La orilla de la desdicha estaba solo a un palmo de distancia, Felipe ya la tocaba con los dedos. La muerte del príncipe Carlos, fruto engendrado con María Manuela de Portugal, su primera esposa, falle...