Reseña sobre 'El amor imposible' en Tendencia 21


“El amor imposible” del escritor idealista Barbey D’Aurevilly

La editorial Funambulista publicó en 2013 la obra “El amor imposible”, del escritor idealista francés Barbey D´Aurevilly. Se trata de una novela de formación con tintes autobiográficos que, sin embargo, ya deja entrever ciertos rastros genuinos -aunque aún algo confusos- de su postrer genio literario. Por J. S. de Montfort.




La obra maestra del escritor idealista francés Barbey D'Aurevilly‎ (1808-1889) y la que le daría más fama póstuma, es, sin duda, Las diábolicas (1874), obra que refleja un destacado sentido de lo satánico y que el propio D´Aurevilly justificaba como un modo para el mejor conocimiento de Dios (la obra se compone de seis relatos, protagonizados por mujeres perversas que cometen diferentes actos violentos, guiadas tanto por sus pasiones extremas como por el más flagrante tedio).

Sin embargo, antes de su férrea conversión al catolicismo, en su juventud, fue D´Aurevilly un notable dandy, ateo e ilustre liberal. De esta primera época es la nouvelle que nos ocupa: El amor imposible (Funambulista, 2013), publicada originalmente en 1841. Se trata de su tercera obra literaria.

En el prefacio a la segunda edición del libro, de 1859, con una falsa modestia, escribía el propio Barbey D´Aurevilly que el joven escritor responsable de esta obra tenía “un gusto terriblemente aristocrático”.

Y, como la gran mayoría de los escritores noveles, la “ilusión [por las] novelas imposibles”; que de ahí es de donde surge el impulso para la escritura de El amor imposible, nos dice el autor. Sería, por lo tanto, su único valor, “un valor arqueológico”. No dejando de ser cierto, se ha de decir que este juicio no expresa toda la verdad.

Claro que se nota la mano bisoña en la escritura, la falta de conocimiento del mundo, por así decir, del escritor (aunque entonces contaba ya con treinta y tres años), pero, sobre todo, la seriedad trascendente con la que el escritor se tomaba a sus personajes. Consciente de todo ello, deja dicho D´Aurevilly en el prefacio a la segunda edición que si la crítica “se toma la molestia de decir lo poco que vale [el libro], no le enseñará mada nuevo [al autor], pues él ya lo sabe”.

Novela de formación

En resumidas cuentas, que se trata de una novela de formación, con todo lo que ello conlleva, en especial en cuanto que el libro es un descargo literario de la propia biografía del autor.

Y es que un dato muy a tener en cuenta es que la historia que se relata en El amor imposible tiene su origen en el desdichado enamoramiento que sufrió el propio escritor, su historia infausta con una cierta marquesa (y a la que, de hecho, va dedicado el libro -en una nota inicial llena de resquemor-).

El amor imposible es una novela decadente con rastros de un romanticismo tardío y que, en cierta manera, expone un donjuanismo byroniano levemente paródico. Se trata de una novela de tránsito, todavía con un regusto clasicista, pero ambiciosa, en el sentido de que pretende enunciar (y lo consigue, sin caer en la arenga ni la soflama, he aquí su logro) un juicio filosófico y moral.

En un nivel epidérmico, puede decirse que es la historia de un dandy enamorado de una mujer frívola que no le corresponde. Se trata de una nouvelle estructurada en siete capítulos y dividida en dos partes, siendo el tramo final de la segunda parte (el último capítulo) una suerte de epílogo moral y que se enuncia de la siguiente manera: “para nosotros el amor debía de ser la gran preocupación, el asunto supremo, el gran entusiasmo de la vida; y el amor, en nuestras almas heladas, sólo ha sido una fantasía sin emoción o sin nobleza”.

El argumento

El amor imposible es “un drama sin acción exterior”, una crónica de salón sobre “el egoísmo de nuestros días” y donde se cuenta el enamoramiento frustrado del marqués Raimbaud de Maulévrier, un ser al que acusaban de afeminado y cuyo “orgullo no era tan grande como su vanidad”.

El señor de Maulévrier, quien mantiene desde ya hace varios años una relación íntima con Caroline de Vaux-Cernay, condesa de Anglure, aprovecha que esta se marcha al campo para comenzar un idilio infecundo con la marquesa Bérangere de Gesvres.


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