Una visita a Portugal en el blog Mis críticas sobre libros leídos


Poca gente no conocerá al autor de este libro de viajes, un autor que su renombre quizás para casi todo el mundo estará lejos de este género narrativo y al que casi siempre uniremos al del cuento, que ha sido el que lo ha llevado a la inmortalidad.


El libro sencillo, corto y muy fácil de leer a pesar de tener un estilo narrativo como marca la época en la que lo escribió, en la que el romanticismo era la seña distintiva en los narradores de viajes, nos puede venir fácilmente por ejemplo Cuentos de la Alhambra de Washington Irvin, pero al que realmente el que tenemos hoy entre nuestras manos es diametralmente distinto.

Aquí más que la historia del lugar o lugares que visita el escritor, aunque también nos brinda algo de historia, solo cuando lo considera totalmente necesario para situarnos en algún echo o lugar muy concreto, por ejemplo en el momento de conocer al rey emérito en el que nos narra cómo ha llegado a  reinar esta familia, sin separarse mucho de la época en la que se realiza el viaje. El autor prefiere centrarse en mostrar su visión no ya de las ciudades que visita sino de las sensaciones que le producen la estancia y la gente con la que comparte el tiempo.

Realiza unas someras descripciones de los lugares, aunque en contraposición a lo que un viajero actual buscaría, que no son otra cosa que los lugares históricos, el autor se centra aquí en los lugares donde la gente reside o ha residido, en la naturaleza, dando una mayor importancia a esto que a un palacio u otro lugar de los que en la actualidad nos interesaría. Esto lo podemos ver desde un primer momento, su llegada a la casa donde va a residir y en la que basa casi toda su estancia en Lisboa, en los alrededores de la finca de los amigos de juventud del autor, donde nos muestra el abandono y la campiña de portuguesa.

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