MIguel Sáenz y "Territorio" en La Luna de Alcalá
Desde la Biblioteca de Babel
En 1980, el premio de Alcalá-Narrativa en su segunda edición, se le otorgaba a Miguel Sáenz por Memsahib, un relato construido con las cartas que el protagonista escribe desde Nueva Delhi a Natacha en Madrid, una mujer casada (memsahib). Ninguna llegará a su destinataria porque su autor se negará a ponerlas en el correo. Sin embargo el lector descubrirá en ellas, con pinceladas certeras, parte de los secretos de un sugerente pero complejo territorio sobre el que Flashman, el personaje creado por MacDonald Fraser, afirmaba: «Tal vez haya países mejores que la India para un soldado, pero yo no los he visto». Cita con la que se abre la narración epistolar de un funcionario que, integrado en una delegación europea, pasa unos días en aquel atractivo pero complejo país; experiencia que trata de compartir con un amor lejano e imposible.Samuel Beckett en casa
Algunos meses más tarde de la concesión del premio, tuve ocasión de conocer personalmente a su autor. No en vano yo había sido artífice, en parte, de la creación de esos premios locales de narrativa y poesía que intentaban –a través de su publicación y jurados de prestigio– dar a conocer nuevos valores en dos géneros tan desatendidos por crítica y público. Durante bastante tiempo también fui responsable de su materialidad gráfica. Por eso cité en mi casa a Miguel Sáenz, para tratar del diseño de su libro. Cuando le abrí la puerta creí encontrarme con Samuel Beckett, su físico y su seriedad me hicieron pensar que tal vez había estado esperando a Godot. La conversación fue distendida y aceptó desde el primer momento mi idea para la cubierta. Ante su segundo apellido le comenté que yo conocía a un militar paracaidista en Alcalá llamado Sagaseta. «Es mi hermano», me respondió.
De Larache a Thomas Bernhard
Hijo de militar, Miguel Sáenz nació en 1932 en Larache ciudad al noroeste de Marruecos que por entonces pertenecía al Protectorado Español. Aparte de recordar que allí, ocho años antes, había nacido también el efímero novelista Luis Martín Santos y donde hoy están enterrados Jean Genet y Juan Goytisolo; aquella ciudad a orillas del río Lucus y del Atlántico supone para mí la evocación de un tiempo ya lejano, y por tanto romántico, que aún creo adivinar en el cartel que realizó Mariano Bertuchi para su promoción turística. A lo largo de estos casi cuarenta años, me he reencontrado continuamente con Miguel Sáenz en las páginas de los libros; desde aquella curiosa novela suya: Homenaje a F.K. (Ed. Planeta) hasta las traducciones del teatro de Brecht, algunas obras de Günter Grass, los inquietantes textos de W. G. Sebald… pero sobre todo en la controvertida figura de Thomas Bernhard que me descubrió con Una biografía (Ed. Siruela) y me obligó a ahondar en gran parte de la obra traducida del escritor austriaco, hasta llegar a Maestros antiguos (Alianza Ed.) desolador testimonio que nos aboca continuamente al morboso deseo de cambiar el nombre de Austria por el de España. Hace diez años coincidí con él en el Teatro Valle-Inclán. Se estrenaba Ante la jubilación, de Thomas Bernhard; traducción suya y dirección de Carme Portaceli. No me atreví a saludarle, temí que no me recordaría. Lo observé de cerca y comprobé que, con el paso del tiempo, a mi samuel beckett particular el pelo blanco le había inferido una atractiva serenidad a su rostro.
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