Hotel Iris en Libros y Literatura
El despertar de la sexualidad es algo
intrínseco al ser humano. Bueno, en realidad también al resto de los
animales, lo que pasa es que no le llamamos despertar, es un instinto
básico de supervivencia de la especie. Los humanos con nuestro cerebro
pensante le damos más vueltas y le ponemos romanticismo, al menos de
cara a la galería, porque la mayoría de las veces es un calentón físico y
químico. Además de la alteración física, nuestro pensamiento tiene
mucha influencia en nuestras relaciones sexuales. La mitad de nuestra
vida sexual está en nuestro cerebro y esta parte es mucho más difícil de
entender que el mecanismo físico de la relación. En el cerebro se
maquinan las diferentes formas de mantener relaciones sexuales. Por
ejemplo: no conozco ningún otro animal que ate a su pareja, pero algunos
humanos practican bondage.
No
voy a nombrar todas las maneras diferentes de relacionarnos
sexualmente, que esto es una reseña de un libro y no un ensayo sobre lo
que hacemos en la intimidad (o en público), con nuestras partes íntimas y
no tan íntimas, porque se puede utilizar de todo para el fornicio, pero
es que el Hotel Iris va por estos derroteros. Se trata
del descubrimiento o despertar del deseo carnal de Mari, una chica de
diecisiete años, y es un despertar algo turbio, transgresor, que no
entiende ni ella misma.
Mari, vive en
un pueblo costero, de los de turismo estacional, y ayuda a su madre
viuda en el hotelucho familiar que tienen cerca de la playa. Allí conoce
a un hombre misterioso que le impresiona por su voz, autoritaria y
tajante, pero solo cuando habla con la prostituta que había contratado
para pasar un rato en el hotel. Fuera de la habitación el hombre es
normal, anodino, educado, callado, simple. Mari se lo vuelve a encontrar
y comienzan una relación extraña. El hombre anda por los sesenta años,
es traductor de ruso y tiene un pasado oscuro y ambiguo; vive apartado
en una isla casi desierta y prácticamente no se relaciona con nadie.
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