"Strindberg - Desde el Infierno" en El Placer de la Lectura

Quienes nos sentíamos atraídos por la obra de Strindberg llevábamos mucho tiempo sintiéndonos huérfanos por no tener nada sobre él y su vida personal e íntima publicado en nuestro idioma. Esperábamos que alguien publicase su biografía y lo hiciera no desde un punto de vista academicista sino de comprensión. El genio sueco era tanto persona como personaje y esa dicotomía Jordi Guinart ha sabido documentarla en una obra que nos servirá para conocer a Strindberg mejor en ambas facetas. Ahora que está siendo más traducido y publicado es el momento idóneo para contar su vida.
Se le conoce como dramaturgo pero su obra es inmensa, consta de más de setenta volúmenes. Cultivó todos los géneros y se inventó alguno nuevo. El teatro es indudablemente lo que mejor se le daba, no obstante sus novelas en Suecia son clásicos que todos admiran. Cuentos, ensayos y artículos periodísticos como los  que suscitaron la contienda Strindberg siguen pendientes de ser traducidos a nuestro idioma. Strindberg fue un  gran polemista, un creador excesivo en todo. Si los suecos predican la contención, la moderación. y el punto medio, Strindberg era el exceso puro de palabra y de acción, por eso lo odiaban y lo amaban. Lo mismo que hacia el con sus amigos. Hoy sigue siendo igual, Ingmar Bergman dijo que le amaba tanto como le odiaba, por eso influyo tanto en su cine.
Con una personalidad hiperbólica muchos lectores se preguntan si estaba loco o no, si era misógino o feminista y otra muchas aparentes contradicciones que escapan de la lógica común. Strindberg era una persona hipersensible desde que era un niño. Capitalizaba cualquier tipo de sentimiento que tenía. Buscaba y exploraba sus emociones para explotarlas.
Cuando se inició en la dramaturgia recibió muy malas críticas. Pero es que en sus obras él criticaba la sociedad, la constitución, la monarquía, la literatura clásica, y el resto del sistema social conocido.  Los críticos conservadores se lo comieron entero. Huyó del país, se casó varias veces. Tuvo delirio de celos con su primera mujer. En su ficción autobiográfica Alegato de un loco se monta todo un thriller para descubrir el lío que mantenía su mujer con la ama de llaves. Desestabilizado por completo, las depresiones no diagnosticadas de entonces eran su locura. Su vida era una novela de aventuras, sus mujeres lo perseguían, los electricistas lo querían matar, veía sombras y caras de Zeus, tenía problemas con el alcohol. Y, para colmo, escribía y publicaba todo lo que pasa en sus múltiples autobiografías en tercera persona. En Inferno narra su crisis de cuatro días en 350 páginas. En resumen hoy diríamos que no estaba exactamente loco sino que su demencia ha sido una leyenda basada en sus autobiografías ficcionadas y el personaje supuesto que las protagonizaba y que no era exactamente él.
“Solo soy misógino en teoría” decía Strindberg. Un misógino que no podía vivir sin mujeres. Misoginia y ginolatría eran sus dos caras de la misma moneda. Un ser muy intenso, resultaba fácil hacerse amigo de él, pero era muy desconfiado sobre todo de sus mujeres. Y como sacaba todo lo que pasaba en su vida íntima en los libros, era incapaz de tener una relación equilibrada con ellas, eran más sus musas, las idealizaba y al no poder alcanzar ese súmmum surgía un desprecio u odio hacia ellas. Por eso defendía todos los derechos que leas mujeres deberían tener, pero eso era a la larga, a la corta era todo lo contrario.

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