'Una erasmus en Bruselas' en El Placer de la Lectura
Esta
es una novela que rezuma frescura y buen humor, aunque entre líneas
pone a caldo unas cuantas cosas. Cristina Vilanova, la protagonista,
recuerda sus años juveniles de estudiante en Bruselas. Relaciones de
amistad y amorosas, relaciones de trabajo, estudio, parafernalia y
problemas típicos universitarios, etc. Todo ello demostrando un profundo
conocimiento del tema, tanto estudiantil como la complicada madeja de
la Unión Europea (CEE, entonces) en Bruselas, que el autor ha conocido
por sus años estudiando y trabajando en la capital belga. Ambientada en
el 88, antes de la caída del muro, está contada en dos líneas de
discurso: el de la propia protagonista, en primera persona, y el de un
narrador omnisciente que complementa lo que la joven estudiante, en su
ingenuidad, no puede saber.
Cristina es una joven valenciana de 23 añitos, estudiante de Derecho y
con novio en Valencia pero que, sin comerlo ni beberlo, es receptora de
una beca Erasmus y sale para Bruselas chapurreando el francés y sin
pajolera idea de inglés, pero bien aprovisionada de ardor juvenil y
dispuesta a comerse el mundo. Y allí comienza a integrarse en la vida
estudiantil universitaria, que va mucho más deprisa que la española. La
vorágine de las novedades le produce un vértigo y una especie de
obnubilación. Nuevas amigas, nuevos amigos, nuevos amores…todo a la vez,
casi. Encontramos muchos ecos a situaciones vistas en filmes como El
diario de Bridget Jones, o Cuatro bodas y un funeral, por ejemplo. Sobre
todo en cuanto a la comicidad de los temas y al ambiente juvenil.
Cristina va abordando las múltiples dificultades que se le presentan, y a
su vida universitaria se le añaden preocupaciones y conflictos respecto
a su futuro próximo, incertidumbres que casi todos hemos tenido a esas
edades cuando se pasa de la protección familiar y el ambiente festivo
estudiantil a lanzarse al terrible mundo laboral, a la competencia y a
la dureza que supone. Y si además, le añadimos el ingrediente del amor
(o el sexo), pues la cosa se complica. Y Cristina, como todos, tiene un
límite…
Pero no sólo es ese el tema de la
novela, si bien es el central. Hay un macguffin, que diría Hitchcock,
una excusa o motivo recurrente que, al modo de las muñecas rusas,
encontramos una dentro de la otra. Y esa otra historia es más
complicada, nos trae ecos de Simenon…y diría más, del propio Hitchcock.
Unas joyas de familia desperdigadas a lo largo de siglos están siendo
buscadas y encontradas…en manos de diversos dueños. Una de ellas la
tiene Cristina, herencia de su bisabuela. Ello la sumerge en una trama
de intriga en la que algunos no son lo que parecen y otros son
claramente corruptos y traidores. Con esa historia, el autor nos muestra
que no es oro todo lo que reluce, y que hay una trastienda en todo este
mundo de la alta política y las finanzas, de los cargos de la Europa
comunitaria, del mundo universitario europeo y hasta de los propios
estudiantes, movidos cada uno por motivos insondables.
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