El espíritu de Torrente Ballester ("La lluvia del mundo" en Análisis Digital)
Aunque los premios tienen buena o mala fama según a quién se le consulte, el libro que hoy proponemos, La lluvia del mundo,
de Xosé Manuel Pacho –Editorial Funambulista- galardonada con el XIX
Premio Torrente Ballester de Narrativa, nos ha llamado mucho la atención
por varios motivos.
Primero, porque está en la línea de la literatura gallega de vanguardia. En este sentido, tengo la sensación de que cualquier escritor gallego suele optar entre dos caminos, o el arcaísmo –dando a su obra un aire atemporal muy acorde con el sentir de aquellas tierras- o bien, opta por el vanguardismo –situándose en el extremo contrario, y poniendo a las letras gallegas a la cabeza del experimentalismo literario, como ya hiciera en su día Ramón María del Valle-Inclán.
Desde luego, si Gonzalo Torrente Ballester llamó la atención por su creatividad y vanguardismo, el premio no podría estar mejor concedido.
Además, tratándose de un premio de narrativa, sorprende el hecho de ser una obra fragmentaria que va pasando de un plano a otro, de unos personajes a otros nuevos, y variando también los escenarios constantemente. Hay partes tremendamente poéticas que conviven con otras casi filosóficas o científicas, y no por ello la obra pierde interés ni cohesión.
No tenemos un protagonista definido, aunque la idea del libro es que un editor cercano a la muerte elige una selección de material que ha quedado disperso en su despacho para salvarlo de la quema.
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Primero, porque está en la línea de la literatura gallega de vanguardia. En este sentido, tengo la sensación de que cualquier escritor gallego suele optar entre dos caminos, o el arcaísmo –dando a su obra un aire atemporal muy acorde con el sentir de aquellas tierras- o bien, opta por el vanguardismo –situándose en el extremo contrario, y poniendo a las letras gallegas a la cabeza del experimentalismo literario, como ya hiciera en su día Ramón María del Valle-Inclán.
Desde luego, si Gonzalo Torrente Ballester llamó la atención por su creatividad y vanguardismo, el premio no podría estar mejor concedido.
Además, tratándose de un premio de narrativa, sorprende el hecho de ser una obra fragmentaria que va pasando de un plano a otro, de unos personajes a otros nuevos, y variando también los escenarios constantemente. Hay partes tremendamente poéticas que conviven con otras casi filosóficas o científicas, y no por ello la obra pierde interés ni cohesión.
No tenemos un protagonista definido, aunque la idea del libro es que un editor cercano a la muerte elige una selección de material que ha quedado disperso en su despacho para salvarlo de la quema.
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