Alehop en la opinión de Menorca.info
17-V-12
Sentado en la imponente plaza de Trujillo, ante la no menos intimidante estatua ecuestre de Pizarro, el conquistador de Perú, recibo un e-mail de José Antonio Fortuny (bueno me lo hace saber mi cibernética esposa, siempre con la tableta presta) en el que me comunica la inminente llegada a las librerías de su novela “Alehop” que tuvo la gentileza de dejarme leer en rigurosa primicia hace un par de meses.
Observo al Conquistador en su pedestal y pienso en ese otro conquistador, mi amigo JA, capaz de evadirse de la cárcel de su cuerpo con las lianas de la literatura y el humor, y trato de rememorar la peripecia, desopilante y amarga a partes iguales, de los principales personajes de su novela, una pareja de ancianos que piden ayuda a una sociedad despiadada que mira hacia otro lado. Es lo que hay, José Antonio.
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Sentado en la imponente plaza de Trujillo, ante la no menos intimidante estatua ecuestre de Pizarro, el conquistador de Perú, recibo un e-mail de José Antonio Fortuny (bueno me lo hace saber mi cibernética esposa, siempre con la tableta presta) en el que me comunica la inminente llegada a las librerías de su novela “Alehop” que tuvo la gentileza de dejarme leer en rigurosa primicia hace un par de meses.
Observo al Conquistador en su pedestal y pienso en ese otro conquistador, mi amigo JA, capaz de evadirse de la cárcel de su cuerpo con las lianas de la literatura y el humor, y trato de rememorar la peripecia, desopilante y amarga a partes iguales, de los principales personajes de su novela, una pareja de ancianos que piden ayuda a una sociedad despiadada que mira hacia otro lado. Es lo que hay, José Antonio.
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