Entrevista a Enrique Badosa en elnortedecastilla.es


Enrique Badosa (Barcelona, 1927) vio publicada el año pasado su obra poética completa en 'Trivium' (Editorial Funambulista). Además de poeta, es traductor de literatura clásica y catalana. Tiene un gran sentido del humor, que refleja en sus poemas epigramáticos. Él mismo leerá mañana una selección de su obra en el marco de las Jornadas de Poesía que organiza El Norte de Castilla con el patrocinio del Ayuntamiento de Palencia. Tras Antonio Colinas y Clara Janés, Badosa cierra el ciclo en la Fundación Juan Manuel Díaz-Caneja.
-¿La edición de la recopilación de la obra completa cambia la visión que tiene el poeta de su obra?
-El libro 'Trivium' tiene 1.130 páginas, pero al margen de las correcciones y de las galeradas, no lo he leído, no me he enfrentado a él con el intento de una visión objetiva, que por otra parte es imposible. Uno sigue lentamente la obra a medida que la va produciendo. Lo que sí ocurre es que sorprende. Yo he sido, calidad aparte, si es que la hay, demasiado prolífico, y claro, cuando veo este volumen, me asusto.
-¿Por qué ha sido tan prolífico? ¿Ha tenido mucho que decir?
-Yo he trabajado mucho en prensa, en editorial, en crítica y en poesía, pero no he escrito poemas porque sí. He escrito cuando no había más necesidad que hacerlo, y entonces el poema ha salido..., o no ha salido. He procurado eludir también los compromisos de tener que escribir porque alguien te lo pide.
-¿Y cuándo tiene usted necesidad de escribir?
-No lo sé. Lo mismo puedo pasar tiempo sin escribir que de pronto escribo, como en mi libro 'Mapa de Grecia', de 105 poemas, que lo escribí en nueve meses, o como en mi libro satírico-epigramático, 'Epigramas de la gaya ciencia', que lo escribí durante un verano caminando por la playa. Es muy misterioso todo esto. Desde luego, de burocrático no tiene nada. De pronto uno se ve invadido por lo que a mí me da vergüenza llamar 'la musa o la inspiración', o lo que los franceses llamaban 'la visitadora'. Te encuentras escribiendo. El verso final de un poema mío dice: «Yo no escribo el poema, el poema me escribe», en el sentido de hacerse, de que es él el que se dirige a mí. LEER MÁS

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