"Por una noche de amor" en Vegamediapress
Como
bien indican en el postfacio Gonzalo Gómez Montoro y Rubén Pujante
Corbalán, estamos acostumbrados a leer a Zola como novelista de largo
aliento, de sagas, trilogías y tetralogías.
Sin
embargo, esta edición recupera a un excelente narrador breve. Se trata
de cuentos que se fueron publicando por entregas en “El mensajero de
Europa” Que fuera literatura por encargo y pagada no resta un ápice de
interés a los cuentos que van a encontrar en el libro.
La
idea era presentar la cultura francesa del momento. Se logra y no
pierde vigencia, todo lo contrario, al leer hoy cómo era esa Francia de
entonces. Por lo pronto, los chicos del campo llegaban a la ciudad con
la cabeza llena de pájaros, asombrados por el glamour y el desparpajo
capitalino daban por hecho el amor fácil parisino.
Pronto
descubrían su ingenuidad, más ruido que nueces, como sigue ocurriendo
muchas veces en nuestro fascinante tercer milenio. Una cosa son las
poses, otra lo que la gente haga con quien quiera y otra que llegue
cualquier paisano con sus manitas muy lavadas creyendo que el amor se
regala.
Pronto
vemos esa distancia entre imagen y realidad. También el clasismo que
llevaba a que el señorito pudiera abusar del servicio. Para una chica
del servicio el señorito era la joya de la corona. Que se fijara en ella
una suerte con fácil entrega que degeneraba muchas veces en desenlaces
nefastos si el padre de la chica, casi siempre entre los miembros, se
enteraba del affaire.
También
pasaba al contrario, sin duda. Para uno de los chicos del personal, que
la joya de la casa, la joya de la corona femenina se fijara y entregara
a uno de ellos era el sueño más bonito jamás soñado. Desde luego, presa
fácil y también víctima casi segura en caso de que el padre de la chica
se enterara. Cosa bastante probable, dadas las circunstancias. A veces
no era necesario ni que se enterara el padre. El simple hecho de que la
chica se aburriera del mancebo podía costarle la vida.
Creemos
que hoy se corren riesgos en esto del amor pero los que corrían en
aquellos tiempos iban mucho más allá. Las cuestiones de honor se lavaban
con sangre y supongo bastante ajustado a la realidad que fueran muchos
chicos los que pudieron morir por tener amores improcedentes.
Ahora
hay violencia de género y son ellas, aunque también hay muertos
masculinos hoy en día, las que están pasando al cementerio por una
equivocada actitud ante lo que se entiende, todavía hoy, como cuestión
de honor. Aunque nos creamos avanzados y vanguardistas, la conclusión es
que antes había machismo imperante y consentido. La sartén por el mango
estaba en unas manos pero llegaba la hora de la verdad y había que
morir con dignidad. Lo de ahora mejor no comentarlo no vaya a meterme en
un charco innecesario.
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