Profesor de belleza

Antes de que en 1909 se recluyera en su alcoba para escribir En busca del tiempo perdido, Marcel Proust (París 1871-1922), dedicó una  buena parte de sus afanes cotidianos a ser alguien en la vida de sociedad que se desarrollaba en los salones de la alta sociedad parisina. Ese coto cerrado de los salones que luego reflejaría en su “mundo de Guermantes” o en el “demimonde” de los Verdurin, tuvo en el joven esnob, amante del arte y la literatura de Ruskin, un cronista de sociedad en Le Figaro a la manera clásica del escritor “diletante” que paga y cobra sus favores entre sus protagonistas.

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Otra cosa bien diferente es Profesor de belleza, un conjunto de cartas y obras intercambiadas entre Proust y el que fuera el principal modelo (ya se sabe que todos los personajes de La recherche, no están basados nunca en un modelo único) de Charlus, que uno no acaba de entender por mucho que el recopilador se empeñe en vendernos el producto envuelto en lo que tienen entre sí de complementarias las obras de ambos escritores. Si uno lee la biografía clásica de Proust, debida a George D. Painter, se dará cuenta de la complejidad que del principio al final tuvo la relación entre los dos escritores. Si a ello se añade la ausencia de prólogo, del origen de todos los escritos y de ninguna explicación al respecto en cuanto a criterios de selección, no deja uno de preguntarse su sentido, más allá de aprovechar el tirón del nombre de Proust.   


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