Sueño de una noche de Navidad

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Relato inédito de Willkie Collins

La editorial Funambulista publica 'La máscara robada' un cuento de Navidad misterioso, irónico y conmovedor del escritor inglés Wilkie Collins.

Monumento mortuorio dedicado a William Shakespeare
Amartillo mis dedos. Que nadie se asuste; demasiado. Y disparo. El cuento de Navidad lo escribió Wilkie Collins (Ave, Caesar) en 1851 inspirado en una anécdota que le contó un amigo, que sepamos no fue Dickens. La rocambolesca historia de por qué él, Collins, y otros devotos de William Shakespeare (Ave, Caesar, Ave) pueden tener en el santuario del hogar una reproducción del busto original del dramaturgo inglés que reposa en la pared norte de la Iglesia de Stratford-upon-Avon, donde fue bautizado y enterrado. El quién, cuándo, cómo y por qué alguien es capaz de hacer un molde en escayola de la máscara mortuoria de Shakespeare, sin estar loco, y luego comercializarla, sin pretenderlo.
Con esta jugosa, inocua, misteriosa y entrañable experiencia el más entregado de los Wilkie Collins, el más irónico, el padre de la novela policiaca, decidió seguir la senda de su amigo (esta vez sí) Charles Dickens y escribir su propio cuento de Navidad, La máscara robada (Funambulista, 2014).
Hay un prestamista, tras "rejas de latón de su cárcel comercial" pero su protagonismo no es de este cuento. Los nuestros son buenas personas, candorosas, abuelo y nieta, torpes, como Woody Allen, delincuentes… Pero el que más importa de todos, el genial, es el narrador y sus jueguecitos de querer leer descaradamente nuestras intenciones, recursos literarios encantadores e inteligentes. Huelga decirlo. Cuando lees este cuento, ves cine (y aún faltan unos años para que los hermanos Lumière, un 28 de diciembre, proyecten su primera película) y escuchas esa maravillosa voz en off a lo Frank Capra. No es Un gánster para un milagro, no es Qué bello es vivir, pero casi.
El merecido personaje principal, con permiso de Wilkie Colllins, es para Reuben Wray, un actor al estilo de la pareja de soldados figurantes de Ser no ser de Ernst Lubitsch (me temo que es imposible escapar a Shakespeare).
 
Reuben Wray es uno de esos profesionales actores pobres que vive casi todo el tiempo entre cajas, para ver noche tras noche y lateralmente, las intervenciones de los primeros galanes. Esos que encuentran mucho más sentido a las frases que los pagados protagonistas ("si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? ¿ Si nos hacen cosquillas, no reímos?") que ahuyentan el frío y el hambre con su fanatismo por Will y sus versos, Biblia y Nostradamus en uno sólo. Ahora, con setenta años, Wray se gana la vida dando clases particulares de oratoria y como consejero de compañías de teatro aficionado. Ahora con setenta años guarda un frágil secreto que puede costarle muy caro...

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