Un impostor y su impostura. "Las segundas criaturas" en La Hora


NOVELA. El autor se afinca se afinca en una “broma literaria”.

ALEJANDRO QUEREJETA BARCELÓ


Las imposturas (y los impostores) de la actualidad, tanto dentro como más allá de las fronteras continentales, podrían llenar las páginas de la más prolija enciclopedia. Sin embargo, hay una que nos da un respiro en medio de esa selva oscura tan deplorable. La primera vez que salió a la luz pública de los libros fue hace medio siglo, en tiempos del llamado ‘boom’ de la novela latinoamericana. La fraguaron dos de los capitanes de esa rebelión letrada, y ahora la continúa un compatriota de la figura central de aquel “engaño con apariencia de verdad”, con una novela que exhibe un relativamente amplio repertorio de aciertos: divertida, como sacada de una suerte de picaresca a la medida; erudita, pero sin impertinencia ni pedantería, con personajes en los que la “poda sicológica” dejó ilesos sabrosos guiños, y escrita con fluidez y decoro estético.

Se trata de ‘Las segundas criaturas’, de Diego Cornejo Menacho (Rayuela Editores, Quito, 2012). Es la continuación de la historia inconclusa del novelista ecuatoriano Marcelo Chiriboga, que en su momento engrosó la galería de personajes de la ficción de Hispanoamérica gracias al ingenio y mordacidad irónica del mexicano Carlos Fuentes (‘Diana o la cazadora solitaria’ y ‘Cristóbal Nonato’) y el chileno José Donoso (‘El jardín de al lado’ y ‘Donde van a morir los elefantes’). Una impostura tragicómica (la de Cornejo) en la que se insertan las reflexiones estéticas y vitales de Chiriboga, “célebre” autor de otra impostura: la novela ‘La caja sin secreto’, que ninguno de los narradores del país de la línea imaginaria (¿la más genial impostura?) ha podido superar y ni siquiera igualar. Mas no creo que a partir de estas segundas criaturas, alguien se atreva a pasar por alto, a la hora de hacer la exégesis de la novela ecuatoriana de hoy y de siempre.

Diego Cornejo Menacho, periodista de raza, estupendo acuarelista y autor de otras dos novelas, deja de lado el ir y venir de la realidad a los espejos a través de los cuales hasta ahora se la ha reflejado, para adentrarse en lo que Vargas Llosa denominó “la verdad de las mentiras” pero subvirtiendo el concepto. Cornejo se afinca en un producto de la imaginación, en una “broma literaria” que algunos calificaron luego de mal gusto, para “radiografiar” el ambiente y los mitos que crearon y vivieron personajes de carne y hueso que, además, actuaron con o sin solvencia en el mundo editorial que forjó eso que dio en llamarse “el boom”. En otras palabras, sobre la base de las mentiras nos ilumina en ‘Las segundas criaturas’, una realidad esperpéntica a la manera valleinclanesca que sabemos.


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‘Las segundas criaturas’ reconstruye la biografía, desde su origen hasta su ocaso, de Marcelo Chiriboga. Lo hace desde su etapa definitiva (¿parodia de la emblemática novela ‘La muerte de Artemio Cruz’, de Carlos Fuentes o, quizás, el reflejo de una probable lectura de ‘Nudo de víboras’, de François Mauriac?), pasando revista a los encuentros y desencuentros epónimos de su existencia y en la medida en que lo hace van apareciendo personajes que, para algún enterado de la vida cultural latinoamericana, ecuatoriana en general y quiteña muy en particular, son identificables en su real encarnación. Una voluntad ‘parodiante’, como la entendían Shklovski o Bajtin, según la cual se hace posible la recreación de una forma desgastada.

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