La vida singular de Albert Nobbs, 1918. George Moore (1852-1933)





La vida singular de Albert Nobbs es una pequeña joya literaria, como tantas de las publicadas por la Editorial Funambulista.

En el Dublín de la segunda mitad del siglo XIX una mujer se ve obligada a travestirse para encontrar trabajo como camarero, pero lo que inicialmente era un acto puntual, se convierte en su medio de vida. Será la entrada en escena de Hubert Page, un pintor con el que se verá obligado a compartir habitación (divertidísimo el incidente con las pulgas) el acicate necesario para que Albert decida ocuparse de su vida sentimental y se lance a cortejar a una de las empleadas del hotel en el que trabaja.

El tema del travestismo en pleno 2011 sorprende ya a pocos y ha sido argumento de más de una película. Pero más allá de la necesidad de travestirse para mantener el empleo, nuestro protagonista comienza a soñar con una vida familiar. Un deseo que queda totalmente al margen de las convenciones sociales pero que es una necesidad porque Albert, como todos, también tiene derecho a ser feliz, como hombre o como mujer. Cuestiones como la identidad o el matrimonio homosexual desfilan por el relato con una naturalidad apabullante y todo ello con un estilo diáfano y ágil.

Sorprende la libertad con la que el autor escribe sobre temas que, aún a día de hoy, hacen que muchos se echen las manos a la cabeza, pero la gran virtud de este relato es que carece de una moralina final aleccionadora y, por otra parte, totalmente innecesaria. George Moore lanza un gran número de preguntas al lector(que involuntariamente y, desde el principio, adopta el papel de Alec, personaje que escucha la historia) pero tiene la inteligencia de no contestar ninguna de ellas. Se agradece que no nos indique cómo debemos pensar y que no se someta al protagonista a ningún juicio de valor a modo de final adoctrinador.
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